SER PREVENIDO RINDE SUS RESULTADOS

Para quienes somos aficionados al fútbol, escuchar estadísticas es cuestión de "engancharse" con la radio una hora antes del partido. Ni hablar si se trata de un clásico. Lo mismo pasa en el sudamericano o en un mundial. Que quien ganó más veces, que quien menos. Fulano hizo más goles. Que el arquero lleva trescientos minutos invicto. Todo un mar de números y al final el otro cuadro la ¨clava¨ en la hora y sale campeón. Sólo de éstos se acuerda la historia y la estadística, sin registrar jamás el dolor de la derrota, la pérdida del premio o la bronca que te den la vuelta en la cara. Lo mismo sucede en todas las disciplinas deportivas. Algo parecido sucede en épocas electorales, donde las encuestas alimentan estadísticas que jamás ilustrarán las mieles de la victoria y menos la amargura de la derrota.

Las estadísticas también colocan a la siniestralidad del tránsito uruguayo en el polo opuesto de naciones desarrolladas. Si de números se trata, podríamos decir que de las muertes violentas en el Uruguay, el 70% se originan por accidentes de tránsito. Se producen aproximadamente 55.000 accidentes que arrojan unos 8.000 lesionados y más de 600 fallecidos por año. Los menores de 35 años se mueren en la calle, ya que el siniestro vial es la primera causa de deceso en este grupo. Dada la temprana edad de los fallecidos, cada muerte traumática significa promedialmente 28.8 años de vida potencial perdidos, cifra mayor que la suma de todas las demás causas de muerte en la población. Pero hay más.

Cada 114 minutos ocurre un accidente con víctimas. Casi el 90% de los siniestros en zona urbana son en intersecciones con consecuencias graves. Las avenidas, la rambla y las carreteras se llevan el premio de ser las zonas donde mayor número de personas fallece. Si le sirve como dato, las avenidas Gral. Flores y 8 de Octubre se pelean los primeros puestos. Las motos tienen una presencia de casi 20% en las estadísticas y los peatones tienen altísima incidencia en la siniestralidad. Y hay más, mucho más, pero nada que no se haya dicho o publicado, ni nada que Ud. no haya comentado con un colega, principalmente cuando la historia se vive de cerca.

Sin lugar a dudas, contar con estadísticas permite conocer las circunstancias en que se producen los accidentes, contribuye a detectar los factores causantes y nutre de información a quienes deseen trabajar al respecto (¿?). Pero el primer problema que se plantea tiene que ver con el origen de los números, ya que la ausencia de registros únicos y confiables dificulta y distorsiona la realidad estadística. Es bueno recordar que prácticamente no existe relevamiento acerca de los accidentes sin lesionados. También es necesario señalar que la mayoría de las muertes ocurridas días o meses posteriores al siniestro, difícilmente ingresen en la estadística. Más aún. Jamás se habla de las enfermedades o muertes cuyo origen se vincula con siniestros viales ocurridos con mucha anterioridad.

Tampoco los costos económicos derivados de los accidentes son manifestados en las estadísticas. No se cuenta acerca de la pérdida de personal eficiente, los gastos médicos, las pérdidas patrimoniales, los costos por reparaciones y el tiempo productivo perdido.

La estadística puede decir: un muerto y un herido. Pero la historia para Ud. es más complicada y seria, porque a la hora de enfrentar responsabilidades civiles y penales, hay que asesorarse, hay gastos legales, y muchas, muchas veces, pagar por el daño. Con dinero unas y con cárcel otras. Pero esto la estadística no lo dice.

Pero la historia de fondo, la verdadera y dramática realidad de los accidentes de tránsito, jamás será dicha a través de una estadística. Para ello, es necesario ahondar en el alma de tanto número, y no observar cifras sino gente, humanos, como Ud., como yo, como su mejor amigo, como su madre, su esposa o esposo o sus hijos.

Y no sólo se trata de muertes, aunque si Ud. se transforma en víctima, tal vez pase a mejor vida, pero mejor ni pensar en su casa, donde lo están esperando todos los días. Los resultados lamentables no sólo se originan con las muertes. Las estadísticas también muestran heridos, palabra que esconde aspectos igual o más desgraciados que la propia muerte.. Una herida leve siempre trae contratiempos, sustos y contrariedades. Una herida grave puede significar el fin de la vida laboral y el comienzo de tiempos jamás pensados. Cuántas cosas le quedan aún por hacer? Se imagina el resto de la vida así? Duro verdad ? Y ninguno de nosotros tiene la vida asegurada. Ni Ud., ni su colega, ni su pasajero, ni nadie.

Sabemos de los inconvenientes, sabemos que está difícil, que ¨hay que buscar la plata´, que el tránsito está espeso, que hay cosas para hacer y mejorar. Sabemos también que hace falta educación, control y disciplina.

La tarea no es sencilla, pero posible. La conducción en general y principalmente, la profesional, como la que Ud. ejerce, necesita de buenos conductores. Pero el rango de buen conductor, de profesional, no se adquiere según el tipo de libreta que se posea. El que conduce bien lo hace con su cerebro, con criterio y responsabilidad, respetando la vida de los demás como la propia. Circula ágil, pero adecuando la marcha a sus reales posibilidades, siendo consciente de las limitaciones, aprendiendo a perder para ganar. Priorizando el freno al acelerador. Hemos conocido y visto muchos conductores con licencia profesional manejando como novatos, y muchos hacerse ¨harina¨ creyendo que las sabían todas. También nos ha tocado ver gente que se lesionó la cabeza contra la mampara, porque el piloto perdió, cuando quizo ¨ganarle¨ a un semáforo. Ud. también los ha visto.

En fin, nada más contraproducente que meter la cabeza debajo de la tierra como el avestruz y pensar que las cosas que les pasa a los demás no nos van a pasar. Todos los dias hay que estar alerta para ganarle al accidente que acecha en el lugar menos pensado si no tomamos las debidas precauciones.

Daniel Vianes

Centro de Prevención de Accidentes (CEPA)

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